"Yo no soy un caballero con brillante armadura. Si alguien como yo tuviese cabida dentro del romanticismo, sería más bien el caballero oscuro, el antihéroe que va a someterte, a exigir de ti hasta el último ápice de placer y entrega que puedas proporcionarme. Querré encerrarte en mi guarida sólo para mí y una vez dentro, te enseñaré a satisfacer todos mis deseos, todas mis perversiones... Y espero que me lo agradezcas como es debido, con una sonrisa dulce y siendo complaciente."


Edward Cullen. Rendición.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Cap. 24 La Guarida.

Edward parecía nervioso. Más que nervioso, preocupado. Y su estado de ánimo, no contribuía precisamente a calmar el mío. ¿Tan malo era lo que tenía que decirme sobre Tanya? Me revolví incómoda en el asiento de cuero del Volvo, primero por mi trasero, segundo por mis nervios.

Mi imaginación estaba empezando a jugar sucio, sería mejor que empezase a hablar de una vez,
porque ya los veía en mi cabeza como la pareja perfecta.

...............................


 
Cuando me di cuenta, habíamos salido de la ciudad, y entrábamos en una zona residencial fuertemente vigilada, y con inmensas casas rodeadas de enormes y bien cuidados jardines, con altos muros protegiéndolas. El término “vecino” en este sitio, adquiría un significado muy distinto, al que yo estaba acostumbrada, es decir, compartir tabiques y escaleras.
Nos detuvimos frente a una de las propiedades más grandes de la zona, ni siquiera se veía la casa desde la enorme verja de hierro de la puerta. Edward tecleó un código, y las puertas se abrieron y cerraron detrás de nosotros bajo la atenta mirada de un guardia de seguridad que nos saludó con una inclinación de cabeza desde su caseta. Avanzamos por el camino de acceso, y una moderna edificación apareció ante mis ojos. Se trataba de una casa que seguía las directrices de la arquitectura más actual, con varias plantas, e inmensos ventanales abiertos a la espesa arboleda que rodeaba la casa. Entramos en el garaje, y aparcó el Volvo junto al Alas de Gaviota que ya le conocía, y al enorme Mercedes negro que solía conducir Call. Había espacio para más. ¿Cuántos coches tenía?
Apagó el motor y se quedó unos instantes mirando al frente, hasta que se giró para mirarme directamente a los ojos.
-Isabella… lo de las "muñecas" es lo más ridículo que he escuchado en mi vida. Yo no juego con las personas. No miento, ni engaño. Quién está conmigo sabe perfectamente lo que quiero y lo que puede esperar de mí. –

2 comentarios:

  1. Mama Loco!!!! Vaya chozita se gasta Edward,¿no conoceras a su clon para presentarmelo no?

    Nalee

    ResponderEliminar
  2. aunque ya te comente en el foro ewe moria de ganas tambien por hacerlo en el blog !!! si que Edward me sorprende siempre

    ResponderEliminar